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May 18, 2010

Filosofía: hoy más que nunca

Filed under: cultura,divulgación,educación,enseñanza,filosofía,libertad,pedagogía,pensamiento,poder,política,Uncategorized — Ernesto Sánchez de Cos Escuin @ 10:24 am

La filosofía nunca ha estado tan desprestigiada como en nuestros días, y no han sido pocos quienes han abogado por su desaparición en los estudios de enseñanza media, proponiendo su sustitución por Educación para la Ciudadanía. Esta propuesta, disparatada desde mi punto de vista, no es casual. Tiene su origen en una mentalidad que únicamente valora los resultados prácticos inmediatos, desdeñando todo aquello que, aún sirviendo al individuo, no es útil para la sociedad. ¿A quién puede interesar una sociedad de ciudadanos-filósofos?. Al poder, desde luego que no, y al poder que procura invadir los ámbitos más recónditos del individuo menos aún.

Bertrand Russell, en su Introducción a la Filosofía, decía que entre la Ciencia y la Teología había una especie de tierra de nadie, que seguía planteando preguntas para las cuáles la Ciencia no ofrecía soluciones, y la Teología exigía el concurso de la fe. Estas preguntas, que seguían importando al hombre, eran el objeto de la filosofía.

La filosofía, al contrario que la Ciencia, no ofrece soluciones concretas a los problemas, o a las cuestiones, sino que tan sólo brinda respuestas, que de alguna forma nos permiten convivir con dichos problemas en una forma más o menos razonable, más o menos llevadera. Los problemas de la filosofía, por no estar resueltos de una forma definitiva, siempre están en el candelero, siempre incitan a una nueva reflexión, a un nueva vuelta de tuerca, y cualquiera que se acerque a su estudio debe repensar por sí mismo lo pensado por los filósofos anteriores. Esto no ocurre con la Ciencia. Seguimos estudiando la mecánica de Newton, pero porque a nuestra escala, y para nuestros propósitos, es más adecuada que la de Einstein. Nadie, sin embargo, salvo un historiador de la Ciencia, estudia la mecánica aristotélica, o lo que se pensaba del movimiento en la Edad Media.

Preguntas clásicas, como la relación entre percepción y realidad, o sobre la forma más adecuada de conducir nuestra vida, o sobre la universalidad de la razón, y su potencialidad para conocer la verdad, o sobre el sistema político más adecuado, y tantas otras preguntas sobre nosotros mismos, sobre lo que nos rodea, o sobre si existe un sentido, o incluso sobre si esta ultima pregunta de preguntarse por un sentido carece en sí misma de sentido, se vienen planteando una y otra vez, y no obtienen respuesta definitiva. Además, en el momento en que la respuesta sea definitiva, pasarán a ser objeto de alguna Ciencia concreta. Podríamos decir, de forma resumida, que el que cultiva la Ciencia dispone de un elenco de respuestas, mientras que el que cultiva la filosofía dispone de un montón de preguntas. ¿A qué político le puede interesar alguien que fomenta la duda?. ¿Y si la duda llegara a surgir sobre su partido, sobre su persona, o sobre su programa político?. Además, obviando los intereses meramente personales, ¿para qué nos sirve tanto dudar?. Lo importante son las soluciones, la tecnología, la sanidad, la industria, las cosas prácticas, y no las tediosas preguntas de estos infatigables aprendices de sabio. Además- diría el político-, el dinero público está para cosas más serias que para malgastarlo en cábalas que a nada conducen.

En cierto modo, hay que ponerse en la piel del político: las carreteras las hacen los ingenieros, así como las centrales eléctricas, la enseñanza la cubren los maestros, la sanidad los médicos, los contenciosos los abogados, y la mejor política la deciden ellos mismos.

A fin de cuentas, ¿qué distingue al filósofo del que no lo es? ¿Tan sólo un elenco de preguntas sin respuesta?

Es cierto que los filósofos, sobre todo desde hace un par de siglos para acá, son los que más tiempo han dedicado a justificar su quehacer, y ya se sabe aquello de «excusatio non petita acusatio manifiesta».

Sin embargo, y a pesar de todo lo anterior, considero que la filosofía, o el estudio de las ideas, si se prefiere, es hoy más importante que nunca. Es cierto que hoy se ofrecen soluciones para todo, justo lo contrario de lo que practica la filosofía, pero no es menos cierto que vivimos en un mundo en el que el engaño, la falacia, la mentira, la media verdad, la manipulación, el sesgo, el mensaje subliminal, encuentran un terreno muy abonado para prosperar. Ante eso, la filosofía ofrece todo un bagaje como fomentadora de la duda metódica, de las posibles alternativas, evitando la respuesta simplista, y planteando nuevas preguntas ante las certezas que nos venden aquí y allá, procurando no dar nada por sentado. El filósofo, por estar versado en preguntas sin solución, todo lo repiensa, lo rumia una y otra vez, y siempre lo pone en duda, lo cual supone una bocanada de aire fresco ante las continuas recetas que nos pretenden vender como la última verdad absoluta. El científico también duda, pero el ámbito de su duda está más limitado a su campo específico, mostrándose más crédulo para lo demás.

El filósofo puede jugar un papel de antídoto necesario ante la progresiva idiotización a la que nos quieren someter los medios de comunicación, y su duda metódica está mucho más cerca de la verdad que las consignas light con las que pretenden ablandarnos el cerebro, consiguiéndolo en una gran mayoría de casos, a juzgar por los resultados.

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