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marzo 22, 2011

Sobre el sentimiento religioso

Filed under: ética,divulgación,enseñanza,religión,Uncategorized,universo — Ernesto Sánchez de Cos Escuin @ 11:17 am

El terremoto de Lisboa del año 1755 fue utilizado por Voltaire para lanzar una diatriba contra Dios y, en efecto, los desastres naturales de proporciones gigantescas siempre nos sitúan frente al problema del dolor, quizás uno de los mayores misterios que ha de afrontar el creyente. Ahora, este desastre de Japón nos vuelve a enfrentar al misterio de cómo la providencia divina permite tanto caos y tanta desolación. Otros creyentes, sin embargo, utilizan estas furias naturales para señalar la pequeñez del hombre ante la naturaleza, y para evidenciar su insignificancia ante la majestuosidad y el poderío divino, e incluso creen ver en tales acontecimientos una señal divina ante la enorme soberbia humana.

Personalmente, el primer enfoque, el de reconocimiento de un misterio insondable ante un ser omnipotente y de bondad infinita, que permite, o al menos no impide, tanto dolor para sus criaturas, me parece de mayor honestidad intelectual. El segundo enfoque nos retrotrae a la religión del miedo, de la venganza, algo difícil de concebir en un ser a un tiempo providencial y de una bondad inmensurable.

Indudablemente, la experiencia de estos desastres avalan más las tesis de una naturaleza para la cual nosotros somos tan insignificantes como una hormiga.

Albert Einstein, en un pequeño librito, titulado «El mundo, como yo lo veo», distingue tres tipos de religiosidad, que él considera que son etapas evolutivas en el sentimiento religioso. En una fase primitiva de le evolución humana el miedo fue le factor primordial: el miedo a los animales, a la enfermedad, al hambre, a la muerte, etc. Era la época en que las causas naturales eran desconocidas, y los fenómenos se atribuían a entes, o a dioses, a los que se atribuía características similares a las humanas, aunque con más poderes. Con este motivo, el de contentar a los dioses, se realizaban sacrificios en su honor, a fin de que se mostraran más propicios a favorecernos. En una fase más avanzada, el sentimiento religioso se mantiene para paliar el desamparo vital del hombre. El padre, la madre y los dirigentes sociales, son mortales y falibles, y el anhelo de amor y apoyo del hombre impulsan la formación del concepto social o moral de Dios. Es el Dios de la providencia, que nos ampara, dispone, recompensa y castiga. Es el Dios que ama e impulsa la vida de la tribu y de la humanidad, y nos consuela en las desgracias, y guarda las almas de los muertos. Si bien esta motivación de la religión es más propia de un estadio más avanzado en la civilización, en todo momento hay una mezcla de ambas. De hecho, en nuestro tiempo y en nuestro país, la falgelación y otras manifestaciones religiosas de ese cariz puden considerarse inspiradas por el miedo, o por la consideración de que se está ante un Dios vengativo. De la misma forma, personajes religiosos de otras épocas muy atrás en el tiempo pueden ser ejemplos de la segunda motivación que hemos considerado.

Ambos tipos de religión comparten una idea de Dios de carácter antropomórfico, y tan sólo, siempre según Einstein, algunas mentes privilegiadas y ciertas comunidades de altos valores superan este segundo estadio de la experiencia religiosa. A este tercer nivel de experiencia religiosa, al que sólo acceden algunos, Einstein le llamó religiosidad cósmica. Sería la más difícil de apreciar, y sólo se le presenta con claridad a quien consigue abstraerse del concepto humano de Dios.

Este individuo siente la insignificancia de los deseos y fines humanos, y aprecia el orden sublime y maravilloso tanto de la naturaleza como del mundo de las ideas. Ese componente cósmico de la religión, según Schopenhauer, citado por Einstein a este respecto, se halla mucho más acentuado en el budismo. Para Einstein, los genios religiosos de todos los tiempos han estado marcados por esta religiosidad cósmica. Para Einstein, entre los herejes de todas las épocas podemos encontrar hombres impregnados de esta elevada religiosidad, y para cuyos coetáneos podían ser tanto ateos como santos. Para Einstein, personajes como Demócrito, san Francisco de Asís o Spinoza, estarían muy cercanos entre sí.

Según Einstein, en la armonía de las leyes de la naturaleza se manifiesta una razón tan superior que todo pensamiento y orden humanos se reducen a un insignificante destello. Este sentimiento, que inspira al verdadero genio científico, estaría muy emparentado con el que ha colmado a los genios creadores religiosos de todos los tiempos.

Como vemos, para Einstein la religiosidad más elevada, por decirlo de algún modo, no está al alcance de todos, ni todos la alcanzan, aunque no explica por qué unos sí acceden a ella y otros no. Según él, el verdadero genio científico estaría más cerca de alcanzarla que otros, aunque no sería el único medio de obtenerla. Vemos que para Einstein también existe el verdadero genio religioso, aunque no explica en qué consiste tal cosa. Yo, al menos, estaba acostumbrado a la genialidad en otras cuestiones, pero nunca oí hablar de una cosa tal como la anterior.

1 comentario »

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    Comentarios por Click Here For More Gossip — diciembre 25, 2012 @ 5:26 pm | Responder


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