Detodounpoco

octubre 18, 2021

La pandemia, a casi dos años vista

Filed under: ciencia,divulgación,medicina,pensamiento,psicología — Ernesto Sánchez de Cos Escuin @ 1:39 pm

Han pasado casi dos años del inicio de la pandemia del SARS-Cov2, y aún quedan muchos interrogantes en el aire.

Al principio todo fue un enorme caos, una verdadera ceremonia de la confusión. Se fumigaban calles con un derivado de la lejía, se limpiaban los envases de los supermercados y los zapatos al llegar a casa, los pomos de las puertas, y todo lo que cayera por delante. Se nos dijo que las mascarillas no servían, para pasar al poco tiempo a decirnos que eran la principal protección contra la enfermedad. Además, esto no lo decía un simple periodista indocumentado, sino que era la propia OMS quien así lo mantenía. Se minimizó la importancia de los aerosoles, para al poco tiempo reconocerlos como la principal vía de transmisión del coronavirus. Como vemos, se tomaron unas medidas por exceso (desinfección exhaustiva de todo lo que nos rodeaba) y otras se dejaron de tomar (como el uso generalizado de mascarillas, por ejemplo). Luego, se nos dijo que habían dicho que era una medida inútil porque escaseaban. Peor aún, porque entre la ignorancia y la mala fe ya no sabía uno qué creer ni a quién.

En aquellos dramáticos momentos de colapso hospitalario, la única medida que disminuía de forma drástica los contagios era el confinamiento domiciliario, con todo lo que aquello supuso a nivel personal, laboral y económico.

Muchos de los principales laboratorios iniciaron una carrera sin precedentes por conseguir una vacuna que protegiese adecuadamente contra la enfermedad, y en el plazo de unos 6-8 meses ya estuvieron varias disponibles, de tal forma que a mediados de diciembre de 2020 se empezaron a poner las primeras dosis en el Reino Unido de Astra- Zeneca. Entretanto, negacionistas de la enfermedad y de las vacunas iniciaron campañas furibundas en gran parte del planeta. A mí, que soy médico, me enviaban continuamente vídeos e información basura diferentes conocidos y amigos. Hasta ahí bien, porque todo el mundo tiene derecho a ser engañado, pero lo insólito es que este personal se mostraba indignado si no los acompañabas en sus paranoias: que si te introducían grafeno y nanochips con las vacunas, que si se estaba cometiendo un genocidio (sí, lo han leído bien), que si se trataba de un engaño sin precedentes a nivel mundial, que si esto o aquello, o lo de más allá. Cansado de tanta estupidez, y de no estar dispuesto a rebatir una por una toda una retahíla de sandeces con aires de pompa científica, opté por adoptar una aptitud neutral, a fin de no perder amigos que en otros campos podían ser sensatos, pero que en éste habían llegado al desvarío. Por eso,  a fin de zanjar la cuestión con ellos, y tampoco entrarles al trapo, decidí proponerles que esperáramos al otoño, que para entonces ya estaría vacunada en España el 80% de la población, y que nos remitiéramos a los resultados. Uno de ellos me dijo que de acuerdo, que estaba convencido que en otoño-invierno nos volverían a confinar, y que cualquiera de los dos le reconocería al otro que se había equivocado si no se cumplían sus respectivas predicciones. En vista de los resultados, creo que acerté de pleno en las mías: con el nivel de vacunación actual, a pesar de unas restricciones mínimas en el verano, la incidencia ha disminuido a niveles  de una incidencia a 14 días por debajo de 40 por 100.000 habitantes. Es decir, la vacunación se ha mostrado de lo más efectiva, y todos nos deberíamos felicitar por ello, incluidos los negacionistas. No obstante, no les he oído pedir perdón por sus campañas insensatas y furibundas, ni siquiera entonar un “mea culpa”, ni el simple hecho de reconocerme que tuve razón. Por eso, creo que lo que les animaba distaba mucho de lo que debe ser el espíritu científico  (adaptar tus ideas a los hechos, y no al revés), para dejarse guiar por un fanatismo cuyas razones psicológicas ignoro aunque bien podrían ser un ánimo absurdo de destacar por algo, de llamar la atención de alguna manera y a toda costa. Quizás, por esto, los negacionistas estén faltos de cariño y de atención y habría que procurárselo para que dejaran de dar la lata.

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